Para aguijonear la creatividad hay que huir de las primeras ideas

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La primera idea que ponemos sobre la mesa a la hora de enfrentarnos a un problema suele cortar también las alas a nuestra creatividad.

Probablemente alguna vez hayas bregado durante horas con un problema intentando exprimir al máximo tu creatividad con el último objetivo de hallar una solución para descubrir después cómo una persona completamente ajena al problema que tienes entre manos da con la respuesta que con tantísimo denuedo andabas buscando.

Confrontados con esta situación (bastante más habitual de lo que puede parecer a bote pronto) nos sentimos a menudo estúpidos. Pero lo cierto es que estamos ante una situación que no echa anclas en modo alguno en la ausencia de inteligencia y tampoco en la deficitaria calidad del esfuerzo que depositamos cuando nos enfrentamos a un problema de estas características.

El problema no reside tanto en la manera en que contemplamos el problema sino en el lugar que utilizamos como atalaya para observar ese problema.

En un estudio publicado en Cognition los investigadores confrontaron a expertos ajedrecistas con una serie de problemas y rastrearon el movimiento de sus ojos en busca de soluciones. La investigación concluyó que, una vez los expertos habían hallado una posible solución, sus ojos seguían apalancándose invariablemente en ella aunque aseguraran estar enfrascados en la búsqueda de mejores opciones.

Cuando hallamos una primera solución a un problema, quedamos atrapados a menudo en una suerte de túnel

Esta tendencia a volver una y otra vez a la primera idea que acude a nuestra mente es conocida como el denominado «efecto Einstellung». Y es que la primera idea que ponemos sobre la mesa a la hora de enfrentarnos a un problema suele también cortarnos las alas en el hallazgo de soluciones potencialmente mejores.

Si pensamos que un problema echa potencialmente raíces en una solución con la que estamos ya familiarizados, exploraremos casi con toda seguridad esa solución. O dicho de otra manera. Cuando creemos conocer la respuesta de algo, nuestra visión se queda atrapada en una suerte de túnel del que somos incapaces de escapar.

Enfrentados a este tipo de situación, si nos topamos de bruces con algo que confirma nuestra tesis, no solo estamos más prestos a seguir esa tesis sino que nos sentimos también mejor rindiendo pleitesía a esa tesis en particular. Somos agasajados, de hecho, con elevados niveles de dopamina (el neurotransmisor que nos hace sentir mejor) cuando hallamos información que procura soporte a nuestras creencias.

¿Cómo liberarnos entonces del corrosivo «efecto Einstellung»? Si nuestra intención es hallar la mejor solución (y no la primera y la más fácil), una buena opción es intentar fingir que la primera idea que ha acudido a nuestra mente no está disponible y que no podemos resolver el problema de esta manera en particular.

Suprimiendo la solución más obvia (al menos temporalmente) puede ayudarnos a contemplar problemas particularmente peliagudos desde perspectivas radicalmente diferentes con el ánimo de engarzarlos a soluciones realmente óptimas.

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