Los mercenarios del streaming amargan la vida a Netflix y compañía

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Para los mercenarios del streaming Netflix y compañía son servicios de usar y tirar a los que se suscriben y después se dan de baja a su antojo.

¿Eres un mercenario del streaming? Puede que jamás se te haya pasado esta pregunta por la cabeza, pero quizás hayas incurrido en alguna vez en las viles prácticas de los denominados mercenarios del streaming.

Si en alguna ocasión te has suscrito a un servicio de vídeo en streaming con el único objetivo de ver una producción en particular y tras su visionado (transcurridas las cuatro semanas de rigor) te has apresurado a darte de baja, encajarías a la perfección en la definición mercenario del streaming.

Y lo cierto es que los mercenarios del streaming hacen gala de comportamientos que nada tienen de inusitados y que, a medida que se hacen más comunes, amenazan con poner en severos aprietos a Netflix y compañía, cuyo negocio es, al fin y al cabo, fuertemente deudor de los suscriptores fieles. Los clientes de quita y pon son en realidad una auténtica pesadilla para este tipo de plataformas, máxime cuando se desenvuelven en un mercado ferozmente competitivo.

A Netflix, Disney+ y otros servicios de vídeo en streaming quienes de verdad les interesan son los clientes que pagan casi por inercia (o por costumbre pura y dura) la suscripción mensual a sus plataformas (aunque haya meses que invierten poquísimo tiempo en ellas).

El negocio del streaming no orbita única y exclusivamente en torno a la atracción de nuevos clientes sino también en torno a la retención, que no es tan fácil como parece a bote pronto a tenor de la extraordinaria pujanza de los mercenarios del streaming.

Fijemos, por ejemplo, la mirada en Disney+. Cuando el musical Hamilton vio la luz en esta plataforma en julio de 2020, la plataforma atrajo a muchísimos suscriptores de nueva hornada. Sin embargo, el 30% de esos clientes nuevos se dio de baja al mes siguiente, de acuerdo con datos de Antenna. Y a la mitad se los tragó la tierra en un plazo de apenas seis meses, tal y como recoge Fast Company.

Cada vez más suscriptores de los servicios de vídeo en streaming con clientes de quita y pon

Algo similar ocurrió en HBO Max con el estreno de Wonder Woman 1984 y en Apple+ con el debut en esta plataforma de la película protagonizada por Tom Hanks Greyhound.

Los estrenos de relumbrón que los servicios de vídeo en streaming utilizan como señuelo para atraer a nuevos suscriptores cumplen en términos generales con su función, pero el creciente poderío de los mercenarios del streaming amenaza con dinamitar los titánicos esfuerzos de Netflix y compañía para alumbrar nuevas producciones y retener a la audiencia a su vera.

Para prosperar las plataformas de vídeo en streaming necesitan en su catálogo producciones atemporales capaces de complacer a las masas y también series y películas especialmente adaptadas al «zeitgeist» actual y con suficiente calidad para conquistar la Academia de Hollywood. En ello Netflix es, por cierto, un auténtico maestro. Solo este año este servicio ha acaparado la friolera de 27 nominaciones a los Oscar por películas como No mires arriba o El poder del perro.

Así y todo, y pese a que a día de hoy nadie amenaza el indiscutible reinado de Netflix en la arena del streaming, lo cierto el crecimiento de la compañía de Los Gatos se ha desacelerado en los últimos meses (una vez levantadas las restricciones solapadas al coronavirus).

Con la proliferación de plataformas de vídeo en streaming la figura del mercenario, otrora más bien anecdótica, se está trocando en cada vez más común. Y no importa tanto qué plataforma brinda a la audiencia la mayor variedad al mejor precio sino aquello que los individuos priorizan cuando ponen en la balanza su hambre voraz de entretenimiento y sus finanzas (que no pueden permitirse todas las plataformas de streaming habidas y por haber).

El creciente protagonismo de los mercenarios responde en parte al exceso de demanda que hay a todas luces en la actualidad en el mercado del streaming, pero en este tipo de comportamiento se observa también una tendencia mucho más preocupante. Después de años pagando de manera casi mecánica por la televisión de pago y después por los servicios de vídeo en streaming, el consumidor parece haber descubierto la magia de suscribirse y darse de baja a su antojo de estas plataformas.

En un universo en el que prácticamente todo (desde el software a la música) está a merced de las suscripciones, al consumidor están empezando a «dolerle» tales suscripciones y las están cancelando (para luego quizás recuperarlas).

Retener a los suscriptores es, por lo tanto, cada vez más complicado para los servicios de vídeo en streaming, que atraen con sus producciones de muchos quilates a mercenarios que no dudan de dejar en la estacada a quien le ha procurado tan fenomenal divertimento. Para los mercenarios el streaming es un servicio de usar y tirar (y ello debería preocupar hondamente a Netflix y compañía).

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