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La DSA nace con la vocación de generar transparencia en torno a la forma en que se realizan las recomendaciones (a menudo controvertidas) en las redes sociales.
En 2022 se avecinan cambios que podrían poner patas arribas (en el buen sentido) el universo de la redes sociales, el mismo de cuyo vientre han emergido tan lóbregos titulares en el transcurso del último año. Los cambios vendrán de la mano de la normativa Digital Services Act (DSA), que se está tramitando actualmente en el Parlamento Europeo y podría cambiar de manera absolutamente drástica el funcionamiento de las plataformas 2.0.
La DSA, que entrará en vigor como muy tarde en el año 2023, es la réplica europea a lo que es a todas unas luces una evidencia: que las «fake news» se diseminan en las redes sociales a la velocidad de la luz (mucho más rápido en todo caso que la manera en que son corregidas) y que en tales plataformas el odio campa tristemente a sus anchas.
Esta normativa no prohíbe ningún tipo de declaración en las redes sociales y no cercena en este sentido la libertad de expresión. De definir los límites de la libertad de expresión se encargarán los estados miembros.
La DSA nace con la vocación de generar transparencia en torno a la forma en que se realizan las recomendaciones en las redes sociales. De esta forma, los usuarios podrán tener conocimiento de por qué determinados posts llegan o no a sus ojos en estos canales (por haber visto previamente contenido similar o por asunciones de las plataformas en relación con sus intereses).
Las plataformas 2.0 compilan ingentes cantidades de datos sobre sus usuarios, a quienes asignan determinadas palabras clave, unas palabras clave que determinan qué contenido y qué publicidad se muestra a la gente.
«Hackear» los algoritmos de las redes sociales: el objetivo de la DSA
Sin censurar los contenidos de naturaleza legal que se abren paso en las redes sociales, la DSA quiere forzar a las redes sociales a revelar los mecanismos por los que estas se rigen.
Diferentes estudios han puesto en evidencia que en las redes sociales las noticias falsas se muestran de manera más prominente que la información verídica (quizás porque las primeras evocan emociones más virulentas en el usuario y se traducen, por ende, en más interacciones).
Si las plataformas 2.0 dan cuenta de la forma en que la información se muestra al usuario en sus dominios, los científicos tendrán la oportunidad de realizar investigaciones más profundas a este respecto y desarrollar soluciones encaminadas a proteger la libertad de expresión sin dar alas por ello a las «fake news».
Los algoritmos de recomendación que la DSA pretende ahora poner al descubierto han sido hasta ahora férreos secretos custodiados bajo llave. Y pese al secretismo que pesan sobre ellos, lo cierto es que tales algoritmos han jugado un rol absolutamente decisivo en preocupantes desarrollos sociales acontecidos en el transcurso de los últimos años. No en vano, la extrema derecha se estaría beneficiando enormemente en todo el mundo de la desinformación y las teorías de la conspiración que germinan copiosamente en las redes sociales.
Con la DSA la UE aspira a convertirse en pionera en la regulación de las redes sociales y cuenta para ello con la aquiescencia de Frances Haugen, la extrabajadora de Facebook que desvelaba hace unos meses los oscuros tejemanejes de la red social. De acuerdo con Haugen, la DSA podría erigirse en un valioso estándar para proteger las democracias mediante nuevas normativas.
¿Se convertirá la DSA en un modelo a seguir fuera del territorio de la UE?
Hace unos meses Haugen copó titulares a lo largo y ancho del globo tras asegurar que Facebook e Instagram eran perfectamente conscientes de los riesgos solapados a sus respectivas plataformas, pero no hacían nada para limitar tales peligros. Entre los problemas a los que procura cobijo la empresa de Mark Zuckerberg estarían la salud mental deteriorada de los más jóvenes o la persecución del grupo étnico de los Rohinyá en Myanmar.
En Estados Unidos, desde que el asalto al Capitolio perpetrado en enero de 2021, se han implementado asimismo esfuerzos con el último objetivo de añadir más transparencia a la forma en que operan las redes sociales, pero parece que tales esfuerzos no serán suficientes para cambiar la manera en que funcionan estas plataformas.
Disponible como borrador desde finales de 2020, la DSA se está tramitando de manera increíblemente rápida. El Consejo de la UE ya fijó su posición al respecto en noviembre y el Parlamento Europeo deberá negocios los detalles finales de la normativa en enero. A continuación, el Consejo, el Parlamento y la Comisión iniciarán un diálogo a tres bandas para negociar la implementación de la nueva norma.
Una de las disputas que parece que emergerán en la negociación es la cuestión de si puede mostrarse o no publicidad personalizada a los menores en las redes sociales. Además, el Consejo y el Parlamento Europeo deberán negociar también en qué casos las nuevas normas serán monitorizadas por la UE y en qué casos serán supervisadas por los estados miembros.
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